martes, octubre 31, 2006

El camino de los muertos

Yo soy Tlacatecolotl, y los invito a recorrer en compañía de mis músicos, el camino que en el Anahuac antiguo, los muertos hacían para llegar al Mictlan.

Quiero decirles, que el camino es largo, lleno de peligros y las almas corren el riesgo de perderse, es por eso que una vez que fallecemos , en nuestro envoltorio, ponían un bule con agua por que durante el andar nos daba mucha sed, después nos mostraban un amoxtli para que viéramos el sendero, y estuviéramos listos y atentos para no perdernos en el camino.

El primer obstáculo con el que nos encontramos, era el de pasar dos montañas que chocaban como, muelas de molino. cuando estas se separaban había que correr muy veloces para no quedar atrapados .

El segundo problema venia cuando nos enfrentábamos, a una culebra que cuando, se despertaba se comía a las almas y era por esto que teníamos que esperar a que estuviera dormida y entonces la brincábamos.

El tercer obstáculo, era el ver nuestro verdadero rostro, y esto ocurría cuando, a lo largo de la vereda aparecía, una lagartija que lleva por nombre Xochitonal, y era verde, cuando uno se veía en sus ojos, miraba su verdadero yo. Con todo lo bello o terrible que pudiera ser.

Después venia la cuarta, prueba esta era cruzar un paraje, en el que el viento era tan frío que cortaba como si fueran navajas de obsidiana, aquí nos cubríamos con las mantas que nos habían puesto nuestros parientes, antes de partir.

El quinto obstáculo era, el poder pasar, el rió que lleva por nombre, Chiconahuapan, aquí nos ayudaban los perritos que habíamos cuidado y mimado durante la vida, cuando uno llega a la orilla del lado opuesto uno puede ver muchos perritos buscado, a sus dueños entre las almas que recién llegan, cuando al fin se encuentran los perritos se echan al río y nadan con todas sus fuerzas para ayudar a sus antiguos amos a cruzar el río.

Una vez concluido este viaje largo y cansado llegábamos ante la pareja que preside el inframundo, ante el señor y señora descarnados, a presentarles los regalos que les traíamos y nos asignaban en el gran palacio del inframundo, el lugar en donde deberíamos guardar el eterno reposo.

Pero algunos días, durante el año, nos permiten viajar al mundo de la vida a convivir y degustar con nuestros vivos.

Asgard

Agosto octubre de 2006

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